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La Horda - ebook
La Horda - ebook
A las tres de la madrugada comenzaron a llegar los pri-meros carros de la sierra al fielato de los Cuatro Caminos.
Habían salido a las nueve de Colmenar, con cargamento de cántaros de leche, rodando toda la noche bajo una lluvia glacial que parecía el último adiós del invierno. Los carret-eros deseaban llegar a Madrid antes que rompiese el día, pa-ra ser los primeros en el aforo. Alineábanse los vehículos, y las bestias recibían inmóviles la lluvia, que goteaba por sus orejas, su cola y los extremos de los arneses. Los conduc-tores refugiábanse en una tabernilla cercana, la única puerta abierta en todo el barrio de los Cuatro Caminos, y aspiraban en su enrarecido ambiente las respiraciones de los parroqui-anos de la noche anterior. Se quitaban la boina para sacu-dirla el agua, dejaban en el suelo el barro de sus zapatones claveteados, y sorbiéndose una taza de café con toques de aguardiente, discutían con la tabernera la comida que había de prepararles para las once, cuando emprendiesen el re-greso al pueblo.
En el abrevadero cercano al fielato, varias carre-tas cargadas de troncos aguardaban la llegada del día para entrar en la población. Los boyeros, envueltos en sus man-tas, dormían bajo aquéllas, y los bueyes, desuncidos, con el vientre en el suelo y las patas encogidas, rumiaban ante los serones de pasto seco.
Comenzó a despertar la vida en los Cuatro Caminos. Chirriaron varias puertas, marcando al abrirse grandes cuad-ros de luz rojiza en el barro de la carretera. Una churrería exhaló el punzante hedor del aceite frito. En las tabernas, los mozos, soñolientos, alineaban en una mesa, junto a la entra-da, la batería del envenenamiento matinal: frascos cuadra-dos de aguardiente con hierbas y cachos de limón.
Presentábanse los primeros madrugadores temblando de frío, y luego de apurar la copa de alcohol o el café de «a per-ra chica», continuaban su marcha hacia Madrid a la luz mac-ilenta de los reverberos de gas. Acababa de abrirse el fielato y los carreteros se agolpaban en torno de la báscula. Los cántaros de estaño brillaban en largas filas bajo el sombraje de la entrada. Discutían a gritos por el turno.
—¿Quién da la vez?—preguntaba al presentarse un nuevo carretero.
Y al responderle el que había llegado momentos antes, colocaba sus cántaros junto a los de éste, con el propósito de repeler a trallazos cualquiera intrusión en el turno.
AUTOR:
Vicente Blasco Ibanez nacio el 29 de enero de 1867 en Valencia (Espana). Era hijo de Ramona Ibanez y del comerciante Gaspar Blanco. Estudio Derecho en la Universidad de Valencia. Participo en la politica uniendose al Partido Republicano".
En 1894 fundo el periodico El pueblo. En el ano 1896, fue detenido y condenado a varios meses de prision. En 1889 contrajo matrimonio con Maria Blasco del Cacho, hija del magistrado Rafael Blasco y Moreno. Cuando subio al poder Canovas del Castillo, el escritor se exilio brevemente en la ciudad de Paris.
Fue un autor vinculado en muchos aspectos al naturalismo frances. Por otra parte, la explicita intencion politicosocial de algunas de las novelas de Blasco Ibanez, aunada al escaso bagaje intelectual del autor, lo mantuvo alejado de los representantes de la Generacion del 98. Murio el 28 de enero de 1928 en Menton (Francia)a los 60 anos. Entre sus titulos destacan:
"Arroz y Tartana" (1894),
"La Barraca" (1898),
"Entre Naranjos (1900),
"Canas y Barro" (1902),
"La Horda" (1905),
"Sangre y Arena" (1908) o
"Los Cuatro Jinetes Del Apocalipsis" (1916).
Kategoria: | Thriller |
Język: | Hiszpański |
Zabezpieczenie: |
Watermark
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ISBN: | 978-605-9496-11-7 |
Rozmiar pliku: | 1,6 MB |